Jugando en Gerli con Dani y Jose.
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Adiós al trabajo

1- Amigas, amigos, hoy es mi último día: tras ocho años como trabajador lácteo, me retiro.
2- De alguna forma la decisión corona un largo proceso de reflexión que empecé en diciembre de 2015 (ofensiva patronal) en torno a los ·Poemas para no ir a trabajar·
3- El acuerdo para mi desvinculación incluye seguir cobrando el sueldo por un año: sí, un año sabático pago (lo más parecido a una renta básica que me tocó).
4- No voy a tener la presión de ganar el sustento, pero voy a estar disponible para proyectos de pocas horas semanales y bien remunerados. Y voy a dedicar más tiempo a proyectos colaborativos como Ñuslétero GRaFiTi escritos en la calle, las fotos flasheras, el Alfabeto político, y algunas ideas nuevas.
5- Quiero agradecer a mis compañerxs y a mis delegados por todos estos años compartidos, con sus luchas, conquistas y celebraciones: desde antes de incorporarme, ya participaba en reuniones sindicales, siempre convencido de que la organización colectiva es el camino para mejorar las condiciones de vida (y de trabajo).
Antes de entrar tenía un reparo: me parecía excesivo trabajar de lunes a sábado y «milité» para que eso cambie. Gracias a ciertas circunstancias, a la capacidad de negociación de nuestros delegados, y a la decisión de la mayoría, dos años más tarde ganamos el descanso de fin de semana: siento que ese fue mi humilde aporte de vagancia para esta comunidad.
6- Esta «fuga del trabajo al hacer» da un poco de vértigo y mucha alegría.
«Retiro voluntario»
Vengo por plata.
y la verdad me chupa un huevo.
y el mal ejemplo de mis faltazos.
por el ingreso básico universal…
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# estenopeica, GRaFiTi, pintadas, poemas, política
Actas del 1er Simposio Internacional Literaturas y Conurbanos
En junio de 2019 participé en el I Simposio Internacional Literaturas y Conurbanos en la Universidad Nacional Arturo Jauretche de Florencio Varela.
Estvuve en la mesa de «Poesía y territorio: poéticas de lo actual», coordinada por Carlos Battilana, y mi exposición fue sobre «Épica chusma y Furgón flashero: dos experiencias conurbanas desde y para micro-comunidades ampliadas».
A fines del 2020 se publicaron las actas, compiladas por Carolina Bartalini y Martín Biaggini, donde se pueden leer todas las presentaciones (la mía empieza en la página 111) .
Acá pueden descargar el archivo PDF:
ACTAS_PRIMER_SIMPOSIO_INTERNACIONAL_LITE
O verlo en Academia.edu.
Si están aprovechando el calorazo de este enero para investigar sobre relaciones entre conu y escritura, ahí tienen propuestas diversas para consultar.
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# estenopeica, fotos, furgón flashero, libro, poemas, undav
Barriadas precarias, basura, fuego

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# estenopeica, NoALosDesalojos, NuncaYuta, pinhole, TierraParaVivir
Entrenar en cuarentena

Viaje litoraleño
Misión jesuítica en Jesús de Tavarangüé (Py)
Muelle en San Cosme y San Damián (Py).
Bote en el Ypacaraí, Areguá, Py.
Ña Nena, en la alfarería Páez Monges, Areguá, Py.
Hornito alfarero de Ña Nena.
Domingo y Lorena en la Alfarería Páez Monges de Areguá, Py.
Horno Noborigama de la Asociación de Artesanos de Areguá, Py.
Alix y Edu Barreto en el Mercado 4, Asunción, Py.
El chino Oscar
El chino se estaba fumando un pucho en la puerta de su local; llevaba el barbijo en el cuello.
–Todavía no llega pedido.
Tuvo que ir a cobrarle a un cliente.
Apoyó el pucho en el suelo, contra el marco de la puerta, se puso bien el barbijo y entró.
Realizado el cobro, volvió, agarró el pucho, se bajó el barbijo y siguió fumando.
–Más tarde mando mensaje, si falta.
Tengo el teléfono con un montón de audios, comprensibles en diferentes grados, a traducir en código y cantidad.
Queda claro que una parte de este trabajo se puede hacer por teléfono (o whatsapp), lo que comporta que en un futuro nada lejano podemos volvernos reemplazables por aplicaciones. Entonces salimos a la calle para demostrar nuestro «valor» (agregado). Los riesgos de salir por el riesgo de no salir más.
El rollo verde
Estenopeicas sureñas (Las Grutas, Puerto Pirámides y Parque Nacional Los Alerces) con un rollo presumiblemente vencido.
Parque Nacional Los Alerces (Chubut).
Salamone en Azul
El Parque Municipal Sarmiento y el Cementerio de Azul (Buenos Aires) diseñados por el arquitecto Francisco Salamone.
Volver a las calles del covid-19
Hoy, después de veinticinco días de luna de miel, y poco más de veinte de realizar satisfactoriamente las tareas desde casa, este humilde trabajador lácteo volvió a la calle, a la primera línea de fuego del mercado, a visitar súpers chinos de la cuarta zona más contagiada/osa de capital, (1º Balvanera, 2º Palermo, 3º Recoleta) a Núñez y Belgrano para que nadie se quede sin su yogur.
Mientras iba visitando los locales semivacíos, tuve que familiarizarme con el kit preventivo que me dio la empresa: con el barbijo (más los lentes de seguridad que encontré en casa), con los guantes de látex, y en qué momentos después de ciertas acciones debía usar el alcohol en gel (por ejemplo, antes de subir de nuevo al auto).
Una clienta me lo dijo muy claro: «¿Para qué venir? Tu empresa cabeza anda mal. Mejor llamar por teléfono en tu casa. Acá todo virus muy feo».
Guelson, el repositor haitiano, no llevaba el barbijo que habría, ni guantes, pero tuvo la prudencia de rascarse un ojo con el lado de adentro del buzo. Estaba preocupado porque la cuarentena no le impedía ir a trabajar, pero sí recibir una visita amorosa en el lugar que alquila. Merde, mon ami.
Toda la mañana vi un surtido desfile de máscaras, por no decir caretas, que me hizo acordar a la cantina de Star Wars, sobre todo en filas de paguefácil y rapigarpe (pagan lo que sea por salir). Y a la canción «Ojos sin rostro» de Billy Idol (no recuerdo que dirá la letra).
Volver a casa y todo el proceso de desinfectarme me resultó agotador: me gané una siesta.
Romper el aislamiento
Ayer por primera vez rompimos el aislamiento preventivo obligatorio. Bueno, apenas: vino Pablo, que vive a ocho cuadras, a comer un asado en la terraza.
Leni no llegó. Se topó con policías de civil a dos cuadras de su puerta. Le pidieron documentos, el permiso que no tenía. Chamuyó que iba a la farmacia a veinte metros y zafó, pero no le dio para probar por otra calle, y se volvió a su casa.
Con Pablo lo teníamos pendiente desde que volvimos hace quince días. Nos había cuidado la casa tres semanas, pero cuando llegamos de regreso ya estaba decretado el aislamiento y no pudimos vernos. Todavía teníamos sus regalos. Quedamos la noche anterior por whatsapp: Yo no tengo síntomas ni miedo, le dijo Alix; Fer, tampoco. Y sí ganas de vernos. Pablo estaba en la misma.
Llegó nueve y cuarto. Yo había prendido el fuego recién. Alix le abrió la puerta de calle y le avisó del procedimiento en nuestra entrada, como si el palier de nuestro piso fuera la recámara de una nave: Lo desinfectamos de arriba abajo con el vaporizador (y al vino), le dimos una percha para que cuelgue la ropa, y la bolsa para el calzado. Pasó directo a la ducha. Salió en cinco minutos con los rulos mojados, goteando sobre los hombros del ambo. Las pantuflas le quedaban medio chicas.
Fue muy extraña la tensión entre la alegría de vernos –de ver a otros por primera vez desde el inicio del confinamiento (exceptuando a comerciantes y vecinos con barbijos), y de vernos entre nosotros en particular, que habíamos cambiado mensajes durante todo nuestro viaje, de por dónde andábamos, cómo estaban las cosas por casa, de tal libro que encontró en la biblioteca– y mantener todo el tiempo la distancia preventiva.
Charlamos de todo, nos matamos de risa, estábamos felices, y a la vez torpes con todo el protocolo para aseptizar los cubiertos, las precauciones al servir el vino, los recaudos para que nadie confunda las copas, los brindis sin chinchín, armarse dos porros, y sentarse en cabeceras opuestas de la mesa.
Nos acostamos a las mil y quinientas. Pablo se quedó a dormir: era más seguro que se vaya de mañana, con los negocios del barrio abiertos.
Yo me levanté a las ocho para responder al whatsapp del trabajo. Pablo se despertó enseguida. Tomamos un par de mates –cada uno el suyo– y tipo nueve lo acompañé a la puerta de calle. También fue raro despedirse: Avisá que llegaste bien.
Cuando subí, Alix se había levantado. Le dije que, para mí, el espacio daba para juntarnos de a cinco o seis, tranquilamente. Que cada cual traiga vaso, plato y cubiertos, y que en la cuenta, con la comida y el chupi, habría que incluir los desinfectantes.
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(Basado en hechos irreales. Asado, sí; ortibismo buena onda, no)
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# aislamiento, asado, covid19, cuarentena, estenopeica, pandemia
Puños en alto en La Cultura del Barrio
Puños en alto
Muestra de fotos estenopeicas de boxeo.
Del 20 de diciembre al 31 de enero
en el Club Social y Deportivo La Cultura del Barrio
Murillo entre Thames y Serrano, Villa Crespo
Inauguración: Viernes 20 de diciembre de 20 a 24 hs.
Puños en alto
Uno, gestos de lucha. Dos, estar en guardia.
Una parte es física. Saltar la soga. Entrada en calor. Cambiás el aire. Estirás. Aumentar el alcance. Esforzás los músculos hasta que queman. Un toque de dolor. El sudor que limpia, la piel porosa. Cada quien, en pares, en grupo. Te alientan y te corrigen. Y estamos a punto para lo que venga.
Otra parte, técnica. Sombra: pelear con un oponente imaginario, con vos. Pulir las posturas. Siempre en movimiento, flexible. Equilibrio dinámico. Sacás precisos los golpes, con todo el cuerpo. Combinar. Reflejos, velocidad. Duplas de ataque y defensa, alternadas, recíprocas, cumpas que te ponen pillx. Practicar fintas, contragolpes: una coreografía improvisada de jabs, rectos, ganchos, pasos y esquives.
Constancia y reiteración. Hasta que se incorpora, saber encarnado. En cada cual y en todxs lxs que compartimos el mismo aire húmedo de aliento y transpiración, y charlas en los intervalos.
Y luego el combate libre. Pararse frente a frente, percibir con todos los sentidos. Medir destrezas. Cada cual aprovecha sus virtudes. Sabiendo que el adversario no te va a lastimar a propósito: a más experiencia o mayor fuerza, más cuidado de lxs otrxs. Pero te van a marcar los puntos débiles, hacer notar las zonas ciegas. La adrenalina de sentir el guantazo, y rearmarse, o contestar, embocar una justa.
Estas estenopeicas fueron tomadas en los últimos dos años, durante nuestras clases antifascistas de boxeo. En momentos de recuperar el aire, en un lugar donde, como en la vida, nada se queda quieto. Haciendo pruebas con la camarita, fueron saliendo fotos del gimnasio, de cumpas y profes, entre ejercicios o asaltos, al momento de vendarse, al fin del entrenamiento. A pulso, sin trípode, rollos ASA 100 ó 200, exposiciones de diez, quince segundos. Agitación de ambos lado de la cámara. El único espacio donde la luz da bien es arriba del ring, con sus alrededores callejeros: paredes que enseñan murales, banderas, afiches –Nunca seré policía–. Entonces pintó retratar a sus habitués, y hay quienes subieron a la lona mullida del cuadrilátero por primera vez para su foto.
Cada toma es una pequeña performance, condensada en un fotograma. Una escena de ficción, un simulacro de quietud, en el que cada persona hace de sí misma, y se la reconoce por su postura, su ropa, su pelo, o se la imagina: una de lxs nuestrxs, semejante, diferente. La toma tiene similitudes con el primer momento de estar en la pelea frente a la incógnita de lx otrx, con una premisa en común –contra todo prejuicio– y la complicidad del tiempo compartido, en el que, entre golpes y abrazos, vamos ganando en empatía, confianza, afecto, compañerismo, solidaridad. Estas fotos conjugan boxeo y fotografía, dos formas de conocimiento y de entrenar la percepción.
Fernando Aíta
–Sí, una parte es física: saltar la soga, entrar en calor, cambiar el aire. Sudar, encontrarse con los límites del propio cuerpo, con los puntos ciegos de nuestras ideologías.
Otra parte es técnica: pelear con un oponente imaginario, con vos mismo. Flexible, armar duplas de ataques y defensas. Escuchar, ver al otro, coreografía argumentativa: percibir los discursos programados, los propios, los ajenos, velocidad para no caer en el sentido común, sorprender con una figura impensada para no ser otra vez el producto de la fábrica de sujetos capitalista.
Constancia y reiteración. Saber encarnado, incorporar, cansados y doloridos, un saber que nos modifique el cuerpo y la cabeza.
Y luego el combate. Libre. O todo lo libre que podamos ser. Pararse frente a frente, cada cual en su lugar, en el gimnasio, en la escuela, en la calle. Cuidando incluso al enemigo. La adrenalina de sentir el guantazo y contestar: No al especismo, a la loca creencia de que la especie humana es superior a cualquier otro animal, no al racismo, no al patriarcado. Tomar aliento: no a la discriminación. Una piña a la heteronorma. Embocarle una justa al machismo. Rearmarse y con precisión dar en el centro del aparato represivo. Marcarle los puntos a la xenofobia. Respirar, siempre respirar, y a pesar de los muertos, de los desaparecidos, volver al combate.
Alejandra González
Agradecimientos
Muchas gracias a todas las personas que se acercaron a ver la muestra.
Quiero agradecer a La Cultura del Barrio por el espacio y por todo lo bueno que pasa ahí, y a mis compañer_s y profes que se coparon en las fotos y apoyaron para que la muestra ocurra: muy contento de haber conocido el club y de los dos años que llevo entrenando.
Gracias especiales a Guillermo Meza, que me ayudó a editar las fotos, hacer los afiches, pósters y stickers.
Gracias a mon amour Alix con quien hicimos el montaje y me acompañó en muchas decisiones.
A Alejandra González por el diálogo con el texto de la muestra.
Muy feliz de compartir esta experiencia, y festejarla como se merece.