Poemas para no ir a trabajar

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aita, Fernando Javier, Poemas para no ir a trabajar. – 1a ed . – C.A.B.A., 2019.
56 p. ; 14,8 x 10,5 cm.
ISBN 978-987-778-944-7
Poesía Argentina Contemporánea. I. Título. CDD A861
Ilustración y diseño de tapa: Guillermo Meza


Selección de POEMAS PARA NO IR A TRABAJAR
 (2019) 

Excusas

Amor… amor… abrí los ojos.
Sí, ya salió el sol, y sí, no fui.
Tengo un plan, tranca.
Me tenés que ayudar.
Llamá al trabajo y pedí por mí.
Decí que no me sentiste volver
ni salir y estás preocupada, muy:
que por favor me comunique urgente.

Yo duermo una horita más,
me ducho, hago un mate, y llamo.

De noche quedé pensando, y busqué:
“Excusas para faltar”. Encontré buenas.
Páginas y páginas de todo el globo
en muchos idiomas, generosas
de saber, ingenio, solidaridad.
Todo lo que pueden miles de almas
mancomunadas y la imaginación libre:
legalistas y abducidos,
místicos y mañosos,
chantas y chantajistas,
exagerados y parcos.
Da para un libro.
Da para que vos
tampoco vayas.

 

No trabajar por amor

Quedémonos de sábanas:
nos echamos otro sueño.
Dejo el traje de robot en el armario,
móvil sin carga, reloj en penitencia,
del almanaque rescato la foto:
una ventana por donde fugarse,
a seguir el curso de un arroyo,
sentarnos en un tronco y estudiar
las boludeces que hacen las aves,
más detalle, los diseños de los bichos,
ni hormigas ni mosquitos (remiten al laburo),
mejor los fractales de la luz
en las hojas y las ramas,
flores entre unos yuyos
que acaricia el viento,
callados, mirarnos a los ojos,
y para adentro, pasar
todo el precioso día en bolas,
dándoles gracias a nuestros cuerpos,
queriéndonos a cuatro manos,
y en dos lenguas,
comer despacio,
dormir siesta, leer,
y escribirte
algo que respire en las pausas.

 

Relación de dependencia

Hola, ¿derechos humanos?
Recursos, perdón.
Pertenezco a la compañía.
Me tienen secuestrado.
Me confunden con alguien más.
Quieren plata, obvio, cifras irracionales.
Yo temo por la vida
y para ustedes son chirolas.

Nada de Estocolmo. Me durmieron
y desperté en esta pesadilla.
Preguntan datos que no veo el sentido.
Preferiría no hacerlo.
Son lentas las horas bajo esta capucha
acosado por voces, sonidos, olores,
que no reconozco.
Quiero que me liberen.
Quiero estar en casa.

Siempre hice lo esperado,
dentro del convenio,
falté poco, y más de una vez
me quedé fuera de hora.
Paguen, por favor. 

 

Temporal

¿Ahí no llovió? Mi barrio, un desastre.

El cielo encapuchado, gris y negro.
Relámpagos platean las membranas.
Y un tronar estremece el chaperío.
Un gotón, tres, cuatro, una balacera de gotazas,
otro trueno y se descarga el chaparrón.
Un baldazo galáctico infinito
se vuelca sobre las barriadas.
Vientos huracanados, cayeron árboles,
cables, postes, carteles, rayos. Cayó piedra.
Faltó fuego; y si caía, se apagaba.
Agua de arriba y abajo sube.

Todavía la crecida da en la ingle:
paquetes y bolsas colgando del techo,
los muebles levantados.
Lo de siempre: hasta que seque,
chapotear en el barro.

Avisá, por favor:
no tengo qué ponerme,
ni ánimo y hay
demasiado por hacer.

 

Perder el presentismo

Buenas, estoy encerrado.
Por suerte el lugar es grande
y hay más personas, algunas con ropas
estrafalarias, se sirven tragos, fervor
en la charla, se agitan las manos,
las caras resplanden, la música regoza.

De prente, clarea y uno se quiere ir,
y no hay llave, no hay, nadie tiene, no hay.
Alguien mete un coso en la cerradura,
hace fuerza y se caga el mecanismo.
El cerrajero tarda: esta tarde
no me esperen.

Para el caso da lo mismo quedarme
encerrado en casa. Cuánto
mejor no sufrir un trauma,
disfrutar y compartir
aire fresco, buen clima de trabajo.
Prometo dormir la siesta.
Y mañana, como nuevo.

 

A.R.T.

En el próximo semáforo me tiro
sobre un coche caro que venga despacio.
Si no me rompo nada, mejor. Igual,
para no trabajar, hay que arriesgarse.

En un momento momia del jornal,
elegir la esquina, estudiar la jugada,
calcular el impacto, cuestión de dar
contra algo sin filo ni peso.
Se podrían tomar clases de yudo.

El brazo contra el parante
del que pasa en amarillo,
aguantar el golpe
y dejarse caer en la vereda,
charlar con testigos
y esperar echado
el socorro, y el juicio.

Una semana se gana seguro.
Y todo en buena ley,
con un abogado capaz
queda diferencia para vacaciones;
acaso en yeso o en cama… en casa,
poniéndose al día con tantos pendientes,
arreglos, juntadas, películas, libros,
y sin perder el tiempo
de no hacer nada, nada, nada,
nada de nada.