Prosas dispersas

Aparición

Siempre quise ver algo sobrenatural. Una ex novia mía vivió en una casa antigua con el fantasma de su abuela que prendía y apagaba las luces y el equipo de audio en medio de la noche y hacía crispar a la gata, que se encaramaba en armarios y soltaba alaridos. Tuve una alumna particular de inglés que alquiló una casa en la que las repisas se vaciaban delante de sus ojos y las porcelanas estallaban contra el suelo y tuvo que llamar a un pai, un sacerdote o algo así para hacer un exorcismo.
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Otra Mujina

Después de la cena había ido al pasaje a juntarse con los pibes de la cuadra. Ya no les daba para otro picadito así que se quedaron charlando en ronda y empezaron a contar historias de miedo.

Los abuelos y padres de uno de los más grandes (trece anos) venían del interior, y contó las apariciones de La Luz Mala, La Llorona, El Ánima Mula y otras leyendas del campo. Para amenizar la velada y contribuir al clima, por la esquina pasó el ciruja del barrio, se detuvo y les echó una mirada amenazadora.
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Choreo

El 14 de marzo me asaltaron por última vez (en mi vida, espero). Era sábado a la noche, tenía plata y hacía calor. El chino había cerrado. Necesitaba otra cerveza y comida. Agarré un envase, lo puse en la mochila y fui para el lado de Pancho 95 y la parrilla de Cacheto. Salí de casa no importa en qué estado de conciencia, pero sin duda poco preparado para ser víctima de un robo a mano armada. Había caminado unas sietes cuadras, y a la vuelta de la terminal del 95 y del local de panchos homónimo, primero vi pasar dos pibes en una bici y al toque apareció corriendo un loco con casco de motociclista y un chumbo, dando la orden de que bajara la cabeza. Me di cuenta de que ya había perdido, de que eran dos, así que agarré los diez pesos que tenía y los puse a la vista para que me chorearan lo más rápido posible.
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Prácticas ortibas.

Durante la década de los ’90 en Buenos Aires, a medida que la situación económica se fue poniendo más y más difícil, comenzó a notarse en pequeñas acciones de la vida cotidiana que nuestros vecinos de sociedad, en vez de volverse más sensibles y solidarios, se pusieron más ortivas y canutos.

A continuación algunos ejemplos.

#1. Garrones

Históricamente, el carnicero separaba los huesos inútiles de las reses, y se los regalaba a alguna persona que se los mangueara, le cayera bien o quisiera seducir. Con los sucesivos aumentos del valor de la carne, los huesos dejaron de ser una “sobra” para transformarse en un “costo”, y ahora sobre el mostrador ensangrentado puede verse la bolsita de “huesos para perros” con su precio módico y mezquino.

#2. Cualquier verdura

Siguiendo la lógica de su colega el carnicero, el verdulero comenzó a cobrar el perejil y los ramilletes de verdurita que le dan sabor y aroma a los guisos, las sopas, los pucheros, etc., y que solían ir de regalo con la compra de otros ingredientes para esas delicias de bajo costo, donde las moneditas hacen diferencia.

#3. En llanta

Además de ser un medio de transporte digno, sano y no contaminante, la bicicleta es una alternativa al encarecimiento del pasaje de colectivo. Alcanza con arrimarse a los furgones de los trenes en las primeras horas de la mañana y las últimas de la tarde para ver la cantidad de laburantes que van a trabajar pedaleando. A la par, muchas estaciones de servicio (y gomerías) empezaron a prohibir inflar las ruedas de las bicis con sus compresores; otras sugieren o exijen el pago de cincuenta centavos por el servicio. Casi todas las bicicleterías adhieren: si uno no necesita arreglos ni accesorios, el aire tiene precio.

#4. Amargos

¿Será por el tiempo que lleva hacer la gauchada? ¿Por el costo del gas? La cuestión es que la mayoría de los bares, fondas, bufetes y bolichones cobran un peso el agua caliente para matear, que encima muchas veces viene hervida y quema la yerba y la lava a la tercer cebada.
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Los sospechosos de siempre

Avellaneda, 19 de julio de 2011

Hola, pa:
Te escribo con una linda excusa: hablar de una película que los dos vimos, en VHS, y a los dos nos gustó: Los sospechosos de siempre. Que además la consideraba un buen título para que hiciéramos un experimento. ¿Te acordás algo? Te hago un resumen.

La primer escena sucede “la noche anterior” en un puerto de San Diego, California. Una figura llamada “Keyser” remata de un tiro a Dean Keaton (Gabriel Byrne), antes de prender fuego el barco donde veintisiete tipos, parte de una banda de traficantes, acaban de perder la vida en un tiroteo.
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