El año pasado, para el trabajo de un seminario de maestría, estuve investigando sobre textos de sala escritos por artistas, curadorxs, escritorxs y otrxs, para exposiciones de distintos lenguajes, en espacios públicos y privados de Argentina, de 2010 para acá. Acá el texto que escribí y el breve muestrario que armé, gracias a la colaboración de muchxs participantes.
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«Últimas y primeras (impresiones)» de Pablo Ziccarello
Curaduría de la muestra de fotos, pinturas y video de Pablo Ziccarello en Espacio Pla, del 10 de marzo al 29 de abril.
Dilusiones ópticas
Habría que generar un término, porque eso es lo que Ziccarello hace con imágenes, morfología generativa: a partir de formas dadas, hibrida y trae en existencia combinaciones inusitadas. Por ejemplo, «dilusionista», una persona que por medio de un acto o pensamiento diluye la ilusión del acto o pensamiento, en aproximación constante al límite de la desilusión, como una asíntota, y borroneando la línea en lugar de cruzarla.
Como un niño demiurgo, Pablo mira un cielo donde las luces que titilan aún no tienen nombre, y se inventa juegos para llegar a resultados distintos a partir de las mismas reglas (materiales desafiantes, no forzar las formas, apartarse a tiempo cuando surge la belleza). Repetir y variar, variar y repetir, sirven también como estrategia de supervivencia: un método para olvidarse de sí en un puro presente lúdico. Las obras parten de una fuerte inspiración biográfica y se despersonalizan a niveles siderales.
La muestra conforma una síntesis retrospectiva donde las últimas y las primeras preguntas se hacen eco. Una cronología extrema, a modo de aporía.
Optimum non nasci (1997) es fotografía y también dibujo. El sujeto de la imagen es y no es un cráneo; es y no una luna. Una declaración escéptica de principios, y un uso irónico, polisémico, de la analogía.
Cuaderno Rojo (2017) es pintura, libro y video. Existe un cuaderno lleno
de seducción abstracta y con las vueltas espiraladas del tiempo: una puesta en abismo, en cada página se registra un juego improvisado en el que hay que inventar reglas de juego. Del deseo circular e insatisfecho surge un goce gestual, imágenes tocadas y toda la superficie como zona erógena. Se rehúsa llenar un vacío y en cambio se orbitan sus bordes. Luego las hojas se ponen en movimiento perpetuo y vacilante: del mantra al loop, los círculos y líneas de tiza pastel se convierten en los ceros y unos de un vídeo donde las páginas pasan incesantes, febriles: del placer táctil del papel al de la pantalla, un universo cerrado que muta cíclicamente.
Polvo (2016) es donde se esparcen partículas de tiza sobre una superficie negra y se las fija en composiciones que remiten a objetos astronómicos. Luego, de lo dactilar a lo digital, se añade el ruido de los píxeles, como un tamiz que agrega materia/sentido en lugar de sustraer. Finalmente, al imprimirse, los dibujos/pinturas se transforman en fotografías. Un humilde aporte de galaxias por venir, recuperando la tradición mítica de crear astros como ofrendas para amantes mortales, o quásares, púlsares, nebulosas que flotan en algún rincón ignoto del universo.
Entre la última y la primera obra hay veinte años (luz) de distancia, en el transcurso del tiempo se notan las constantes del método «dilusionista», como un deseo imposible de cumplir o abandonar: la obra es y no es lo que parece.
Alix de La Barrière, Fernando Aíta
Marzo 2017