
Entre el 20 de marzo y el 27 de abril se desarrolló en El Local (J. B. Justo 4328, Paternal CABA) esta potente exposición conjunta de Pablo Ziccarello y Pablo Guiot, donde tuve el gusto de escribir el texto de.sala (que copio abajo).

Niños, gestos, dones
«El tiempo es un niño que juega…» Heráclito
No habla de las medidas de Cronos, la sucesión,
sino de un instante de intensidad, y un devenir
cíclico, las vueltas de la vida, y de las palabras
para niño, en vez de neos (el nuevo),
elige país (el que recibe alimento),
falso amigo de nuestro país, raíz latina,
paisano, paisaje, pueblo y pago.
Encantos de la traducción: transfigurar
dibujos en objetos, papelitos en chapas.
Una mendiga pícara de Constitución,
perversa polimorfa, de dreadlocks y harapos,
ni estampitas ni frases culpógenas, repartía
papel picado, pedacitos de diarios y revistas,
para convertirlos en monedas y billetes,
San Martín y Belgrano, papel y metal.
Lo genuino y rotundo del gesto repetido.
Más allá del mensaje verse
en el brillo a los ojos.
Mantenerse en ese umbral de asombro.
Ma, ¿por qué ese chico…?
Desarmar y recomponer.
Y el gusto por la reiteración.
Pa, ¿por qué esa nena…?
Infantes, del latín, nombra a los que no hablan.
De ahí estas invocaciones, más allá de su aspecto
de bestias o villanos, a los héroes al rescate.
¿Sale Pablo? El ritual propiciatorio
de estar en la plaza o en las calles.
Un chico sin techo, apodado Mostrito,
en los semáforos, frente a los parabrisas,
hacía malabares con una sola piedra,
con su look pesadillesco y la amenaza inocente
del proyectil. Romper, deshacer,
a ver de qué está hecho, cómo,
y reconfigurar, reconstruir.
Lo que ofrece la vidriera.
Conjurarse en un estallido
cuando todo implosionó.
Disculpe la molestia, ¿tiene algo para dar?
El regreso de lo reprimido, el trasfondo,
un clima de época que retorna.
No se puede entrar dos veces al mismo río;
sí jugar, pura presencia, a repetir los gestos
para que se produzca algo diferente.
Fernando Aíta, marzo del 24

