Albañiles: Chanchín

 

Marcelino desde zanjas y pozos
levanta edificios que no le darán abrigo.
Habla por gestos, deja saber
lo que se ve nomás.
Metro y medio, chueco y barrigudo,
el pelo indómito hacia la nuca,
la boca llena de baches,
en la sangre alcohol, penicilina
y una prepotencia y un coraje:
pelear es rutina. Tenía un caño,
laya de chorro, y en ese rubro
podría haber andado, pero no
se anima: salió honrado, o le falta viveza,
una bestia de costumbre. Dale mezcla,
una pala, un fratacho dale, una plomada
y él construye edificios que no pisa más.
Un oficio como cualquiera, pero
la cal te va comiendo. Chanchín
está viejo con cuarenta, lleno de surcos,
de deslomarse el alma, los hombros
se agotan al ritmo de la luz del día.
Y una tarde le toca perder todo:
………………………………………….se corta
la cuerda podrida,
se deshace el piso
en el vacío, inútil
el manotazo compañero,
miradas impotentes,
un grito que cae,
estruendo polvoriento,
escombro ensangrentado.
Los restos los cubren los diarios.