Volado

 

Qué bueno ser como El Pájaro,
pensaba, ver el mapa desplegado,
una voz del aire, andar en las nubes…

El cielo, para él, era un medio
de ganarse la vida: vociferaba
direcciones de negocios, los proyectos
de un candidato a intendente, del circo
que erigía la carpa remendada
al pie del puente, o en la rotonda.
Sobrevolaba las vidas cotidianas,
con estribillos gancheros y barullo celestial.

Así comerció con la altura
largos años hasta ser el patrón propio,
sudor y sacrificio, su propia nave,
azul, dos pares de alas,
y vocación por el atrevimiento:
si fumabas en la terraza,
tomabas sol, tendías la ropa,
y levantabas la vista, a veces te regalaba
una pirueta, un giro de riesgo.
Pero seguía en el oficio terrestre
de vender y venderse.

Un día en el hangar en nadie sabe dónde,
supo la historia de un griego, un pícaro
que voló por sus propios méritos,
pero demasiado bajo: fue
atrapado por el magnetismo de la tierra.

Otro, habló desde el aire
sobre metas y horizontes,
y emprendió el ascenso:
elevado hasta lo inaudible,
subió más,
una equis;
más alto,
un punto;
más,
azul.