Jueves 16 de agosto, 19:30 hs. en Nivangio (Colombres 946, Boedo).
Lecturas con Mariano Fiszman, Hilario González, Alejandro Güerri, Federico Merea.
Jueves 16 de agosto, 19:30 hs. en Nivangio (Colombres 946, Boedo).
Lecturas con Mariano Fiszman, Hilario González, Alejandro Güerri, Federico Merea.
Publicado en Encuentros, Textos
Hace unas semanas estuve en El gato escaldado Libros grabando poemas para la Radio Proyectiva Real.
Si sintonizan, pueden escuchar unos poemas en mi voz, ya están en el aire, aunque de forma tan imprevisible como las 24 hs. que la emisora transmite: una sucesión de temas aleatorios, realmente muy diversa en estilos, épocas, orígenes, haciendo honor a la cita del gran Tuñón, «La música amontonada del mundo». Y de vez en cuando la lectura de un texto. Una oportunidad para descubrir sonidos nuevos (o reencontrarse con queridos) y renovar la escucha.
En 2016, invitado por Silvina Gruppo, participé de «3 historias en 1 clic» de la Fundación ph 15 con este relato. El miércoles 18 de abrilse inauguró en La Casa de la Cultura una muestra con las fotos, las ilustraciones y los textos. El domingo 13 de mayo nos juntamos en la muestra a leer con Giselle Aronson, Cristian Godoy, Juan Carrá, Claudia Coralezzi, Juan Rearte, Fernando Veríssimo, y Virginia Gallardo. Gran tarde.
Respondí las #NuevePreguntas del blog genial de Eterna Cadencia. Muchas gracias a Valeria Tentoni por enviarme el cuestionario: me hizo volver sobre libros que me dieron ganas de releer.
Acá las nueve preguntas y respuestas: clic.
Pueden comprar el libro vía web y abonarlo(en cuotas) con tarjeta de crédito/débito, o en Pago Fácil y Rapipago en el siguiente enlace:
https://www.pecesdeciudad.com.ar/islas-para-naufragar-narrativa/aberracionesporamor
Pueden comprar o retirar sus ejemplares en los siguiente puntos de venta:
Libros del pasaje (Thames 1762, Palermo)
Caburé libros (México 620, San Telmo)
Librería Nivangio (Colombres 946, Boedo)
Supermercado Libros (Calle 17 N#1541, La Plata)
O en la editorial Peces de Ciudad: info@pecesdeciudad.com.ar
En medio del gran lío de diciembre (y después de mucho), salió un nuevo número de Ñusléter: ¡felicidades y salud!
http://www.niusleter.com.ar/usleter/usleter2017.html
En la esquina de Montevideo y Lavalle funciona una librería universitaria. Algunas de sus paredes lucen grafitis -texto y símbolos- hechos con marcador negro: citas, ocurrencias, esquemas, escritos prolijamente en imprenta. Cerca hay un colchón y bultos bajo una manta.
Una mañana registré las pintadas con mi teléfono y pregunté a una chica que abría el local si conocía al autor. «Es Leopoldo,» me dijo, «duerme ahí». Le conté mi idea de hacer una nota con las fotos y tal vez entrevistarlo: «Lo vas a encontrar por acá. Decile de la nota. Es muy amable».
Seguir leyendo en el sitio de GRaFiTi:
https://www.escritosenlacalle.com/blog.php?Blog=161
Salió Sombras terribles. Apología de la negrada. Compiladores: Sebastian Russo, Lucas Saporosi y Yamil Wolluschek para «Relámpagos. Ensayos Crónicos en un Instante de Peligro» / Negra Mala Testa.
Textos / Imágenes
Agustín Blanco/ Guillermo Korn/ Juan Diego Incardona/ Natalia Torrado/ Isabel Gruppo/ Silvina Gruppo/ Eduardo L. Molinari/ Sebastian Linardo/ Mariano Combi/ Daniel Santoro (Pintor)/ Ana Clara Benavente/ Mara Glozman/ Manuel Duarte/ Fernando Aíta/ Maximo Pagano/ Yamil Wolluschek/ Diego Valeriano/ Adrian Dubinsky/ Ricardo Esquivel/ Ariel Adler/ Marcelo Guerrieri/ Violeta Ayzenberg/ Eze Iván Duarte/ Carolina Rodriguero/ Javier Barrio / Juan Manuel Ciucci/ Sebastian Russo/ Lucas Saporosi/ Juan Miceli/ Mariano Pacheco.
Aquí algunas fotos de la presentación el viernes 13 de octubre en Caburé Libros.
Ya está en la calle el libro Escritos en la calle – Grafitis de Argentina
En 2002 empezamos con Alejandro Güerri a enviar los Ñusléteres. Una de las secciones era Grafitis: frases que lectoras y lectores veían, transcribían y nos enviaban por mail.
En 2009 se sumaron al equipo Tomy Lucadamo y Leandro Giovinazzi, y creamos GRaFiTi www.escritosenlacalle.com para poder recibir las fotos de las pintadas.
Ocho años después, todo ese trabajo se convirtió en un libro, publicado por La Marca Editora, Escritos en la calle – Grafitis de Argentina reúne fotos de grafitis agrupadas en cinco categorías (Amor, Política, Música, Fútbol y Pensamiento) y textos bilingües.
ISBN: 978-950-889-283-6
PÁGINAS: 128
FORMATO: 15 x 15 cm
ENCUADERNACIÓN: Rústica
El jueves 11 de mayo a las 20hs. lo presentamos en Zona Futuro de la Feria del Libro. Acá hay imágenes de la presentación.
El miércoles 10 de mayo, después de la histórica marcha a Plaza de Mayo contra el 2×1 otorgado a un genocida por la Corte Suprema, leí en la edición #12 de Brote Poético junto a Javier Roldán, Luciana Jazmín Coronado, Laura Fuksman, Julieta Desmarás y María Malusardi, y música de Vero Walfisch. Gracias a Marina Cavaletti por la invitación.
Todos los museos de Nueva York que visité fueron con entrada gratis o pago a voluntad («Pay What You Wish»: uno, dos, tres dólares…): el Metropolitano, el Guggenheim, la Neue Galerie, el de Brooklyn, el Studio Museum de Harlem, el New Museum y el International Center of Photography, el PS1 del MOMA y el Museum of the Moving Image en Queens, el de Historia Natural. Aunque podría haber pedido un descuento, pagué los razonables cinco dólares del Drawing Center con gusto.
El único que no pude visitar los días gratuitos (viernes de 4 a 8 pm.) fue el imperdible Museo de Arte Moderno. Decidí ir el martes de la tormenta de nieve, cuando casi todo estaba cerrado, y obviamente muchas personas razonaron igual: muy numerosa la concurrencia.
Mientras hacía la cola, vi el cartel con los precios de admisión: Entrada General $25. No hay dudas de que la colección del MOMA los vale, pero resultaba un poco oneroso para un trabajador sudamericano y mal acostumbrado, sin entrar en detalles tales como que las obras (y las salas) pertenecen (como en casi todos los museos nombrados) a unas pocas familias y fundaciones de las más ricas de NY y del mundo, quienes con esta prestigiosa forma de filantropía (compartir «su arte») desgravan impuestos, lavan su imagen y ostentan con buen gusto su riqueza, por lo cual mientras logramos redistribuir sus fortunas (sin matarlos, de ser posible) sería más justo que todos los museos fueran gratis.
Lo cierto es que si quería entrar iba a tener que comprar mi ticket, y estaba dispuesto. Pero miraba el cartel y no me parecía justo. Los jubilados pagaban $18 y los estudiantes $14 (con identificación). Y eso me dio una idea: resolví tomar una hoja de mi libreta y hacerme una credencial de estudiante auto-didacta, en letras de imprenta mayúscula y lo más prolija posible (con un guiño).
Cuando llegué al mostrador y el empleado me miró, simplemente le dije «Student» y extendí mi tarjeta. El hombre morocho frunció el ceño y me contestó que no creía que eso sirviera en su país. Le dije que en el mío quizás. Su compañero de al lado, un moreno, paró la oreja, y cuando vio la tarjeta largó una risa: «Nunca vi algo así. Seguro es una buena universidad. Deberíamos darle una de Estudiante,» dijo. Y el otro sonrió y accedió.
Me dio mucha alegría que mi invento funcionase. Con la plata que ahorré me compré la cena.
Mi primera noche en Manhattan, terminé colado en el Guggenheim.
Llegué al mediodía a mi cuarto en un lindo departamento, piso 15, Uptown, cerca de Wahington Heights. Charlé con mis anfitrionas, Miroslava y Poli, y reposé un rato.
Antes de las 2 me abrigué, cargué el termo, y salí a pasear por el bello Central Park. Bajé del subte en el Museo de Historia Natural, y me perdí mateando por los senderos entre rocas, lagos y árboles, y de a ratos la vista de los rascacielos.
Cuando me terminé el mate, encaré para el Museo Metropolitano (PWYW).
El Met es infinito; mi capacidad de atención, no. Así que me dediqué a las salas de arte moderno, la de fotografía, y la de Velázquez. Más que suficiente para una tarde de jetlag inadvertido. Tras dos horas y algo de maravillas, me retiré.
Al salir, a dos cuadras, vi una cola: la Neue Galerie abría sus puertas gratis. Sabía que era pequeña y un amigo pintor me la había recomendado. Así que hice la fila charlando con un neoyorkino que había vivido en Brasil y gustaba de conversar en castellano. El aire estaba a unos cero grados centígrados.
Cuando entramos nos quedaban 40′ para recorrer los dos pequeños y lujosos pisos. En el primero, la mayor parte del público se amuchaba en torno al precioso cuadro de Klimt que se convirtió en película, «La dama dorada». Aproveché para ver el resto de sus trabajos y en la sala contigua darme un banquete de Schieles y Kokoschkas: me tenía que agarrar la mandíbula para no dármela contra el piso. Ver esas pinturas, que me habían cautivado en pantallas y libros, en su dimensión real y una junto a otra, me conmovió. Los últimos 10′ me asomé al piso superior y descubrí a Alexei Jawlensky, grata sorpresa; y los últimos 5′ bajé a saludar a Schiele antes de irme.
Al salir, me di cuenta de que estaba a una cuadra del Guggenheim y decidí apreciar su arquitectura. Me encontré con que adentro un montón de gente elegante tomaba tragos, charlaba y movía las patitas al ritmo de una DJ. Me acerqué a la puerta para averiguar de qué iba el «Art After Dark».
Los morenos de la puerta me preguntaron si era miembro. Les respondí que no. Que había llegado ese día a la ciudad y que mi guía recomendaba el primer viernes del mes ir a la noche a ese museo. Me explicaron que el evento era sólo para «members and guests». Que a la vuelta de la esquina había un ingreso con tickets, pero se habían agotado. ¿Y cómo hago para entrar? «Buy a membership» (USD 85). Sí, pero no tengo Internet en el teléfono, me excusé. Podría ser invitado, les dije. «Yes, make friends».
Me quedé en la puerta viendo quién podría invitarme. Venía bien vestido, aunque las botas de trekking se veían un poco diurnas. Vi pasar dos parejas, un par de señoras con cara de no gran simpatía. Charlé con una chica, pero también guest, entró con un pibe. La temperatura había bajado. Me estaba dando hambre. Volví a preguntarles a mis amigos: One more question: ¿Hay un lugar cerca, no muy caro, donde comer algo antes de entrar? «Sure, round the corner, Three Guys».
Fui a comer al restorán de un griego. En la barra me atendió un mexicano que, en solidaridad latina, me recargó el sándwich, «gyro de pollo», y me regaló un vaso de Ginger Ale («yinyerela», la llamaba): le dejé un buen «tip». Aproveché para escribir algo del vuelo y la tarde. Pagué, saludé al griego, admirador de nuestros vinos, y salí otra vez a la noche fría.
Volví a la puerta del museo y había otro custodio. Le comenté sobre mi llegada reciente, desprevenido, y consulté cómo podía entrar: me volvió a decir «only members and guests». Ok. Me quedé esperando a la persona que habría de invitarme y se demoraba.
Los «members» que llegaban lucían poco abordables; otros venían con tickets y los derivaban «round the corner». Salieron otra vez mis amigos morenos y empezaron a juntar los postes y cintas que se usan para armar filas cuando se junta mucha gente. Dejaron un corredor. I’m usually lucky, les dije, someone will invite me. Se rieron. Me preguntaron de dónde era. Argentina. «Oh, Maradona». Oh, yeah!
Llegaron tres parejas. Members or tickets?, les pregunté. «Tickets». Los mandé a la vuelta. I’m a guest already, les conté a mis amigos, but not yet. Se metieron a refugiarse del frío. Llegó un grupito más. Members or tickets? Round the corner. Y así hice con los siguientes dos grupos. Y seguí esperando. No mucho, porque al rato sentí a mis espaldas: «Hey, Argentina, come in». Me abrieron una puerta y le hicieron señas a la recepcionista. Thank you very much, guys!
Entré, dejé mi abrigo, y me dirigí a comprar un ticket para una cerveza. Lo pedí en inglés: A beer, please. El tipo me respondió: «Ok, y un trago gratis en el tercer piso». Muchas gracias, primo, y tip.
Después de recorrer toda la pendiente espiralada, maravillado por todo lo que veía (me ahorro los nombres), fui al tercer piso por mi trago. También servían bocados: quesos, frutas, pop-corn. Charlé con desconocidos amables. Me tomaron una foto para el Instagram del evento. Terminé mi rico trago (base de vodka) y cambié mi ticket de cerveza por otro. Tip. Más charlas y bocados.
Al terminarlo, acudí al barman (la chica había sido más estricta), y le pregunté si el tercero era gratis. «Si me dejás un tip, te hago uno,» propuso. Obvio. Y mientras lo saboreaba, llegó una chica y me dijo: «Tengo que salir y no puedo con el vaso. ¿Querés otro trago?» Of course! Thanks!
Después del cuarto volví a recorrer muy contento las galerías espiraladas, y me di por satisfecho, ya pasadas las 11. Saludé, agradecí de nuevo a los amigos de la entrada, y emprendí la vuelta a la casa, Uptown.
La colectivera morena que me cruzó el Central Park hasta el subte Línea A no me quiso cobrar.
Me sentí muy very welcome bienvenido.
Publicado en Encuentros, Imágenes y Visiones, Textos
# Central-Park, Guggenheim, Met, Neue-Galerie, new-york, NYC
El jueves 23 de marzo, a las 21 hs., ciclo Rojo en Espacio Enjambre (Acuña de Figueroa 1656). Lecturas de Soledad Urquia, Hernán Ronsino, Alejandra Kamiya, Fernando Aíta. Coordinan: Selva Almada y Marcelo Carnero.
Curaduría de la muestra de fotos, pinturas y video de Pablo Ziccarello en Espacio Pla, del 10 de marzo al 29 de abril.
Dilusiones ópticas
Habría que generar un término, porque eso es lo que Ziccarello hace con imágenes, morfología generativa: a partir de formas dadas, hibrida y trae en existencia combinaciones inusitadas. Por ejemplo, «dilusionista», una persona que por medio de un acto o pensamiento diluye la ilusión del acto o pensamiento, en aproximación constante al límite de la desilusión, como una asíntota, y borroneando la línea en lugar de cruzarla.
Como un niño demiurgo, Pablo mira un cielo donde las luces que titilan aún no tienen nombre, y se inventa juegos para llegar a resultados distintos a partir de las mismas reglas (materiales desafiantes, no forzar las formas, apartarse a tiempo cuando surge la belleza). Repetir y variar, variar y repetir, sirven también como estrategia de supervivencia: un método para olvidarse de sí en un puro presente lúdico. Las obras parten de una fuerte inspiración biográfica y se despersonalizan a niveles siderales.
La muestra conforma una síntesis retrospectiva donde las últimas y las primeras preguntas se hacen eco. Una cronología extrema, a modo de aporía.
Optimum non nasci (1997) es fotografía y también dibujo. El sujeto de la imagen es y no es un cráneo; es y no una luna. Una declaración escéptica de principios, y un uso irónico, polisémico, de la analogía.
Cuaderno Rojo (2017) es pintura, libro y video. Existe un cuaderno lleno
de seducción abstracta y con las vueltas espiraladas del tiempo: una puesta en abismo, en cada página se registra un juego improvisado en el que hay que inventar reglas de juego. Del deseo circular e insatisfecho surge un goce gestual, imágenes tocadas y toda la superficie como zona erógena. Se rehúsa llenar un vacío y en cambio se orbitan sus bordes. Luego las hojas se ponen en movimiento perpetuo y vacilante: del mantra al loop, los círculos y líneas de tiza pastel se convierten en los ceros y unos de un vídeo donde las páginas pasan incesantes, febriles: del placer táctil del papel al de la pantalla, un universo cerrado que muta cíclicamente.
Polvo (2016) es donde se esparcen partículas de tiza sobre una superficie negra y se las fija en composiciones que remiten a objetos astronómicos. Luego, de lo dactilar a lo digital, se añade el ruido de los píxeles, como un tamiz que agrega materia/sentido en lugar de sustraer. Finalmente, al imprimirse, los dibujos/pinturas se transforman en fotografías. Un humilde aporte de galaxias por venir, recuperando la tradición mítica de crear astros como ofrendas para amantes mortales, o quásares, púlsares, nebulosas que flotan en algún rincón ignoto del universo.
Entre la última y la primera obra hay veinte años (luz) de distancia, en el transcurso del tiempo se notan las constantes del método «dilusionista», como un deseo imposible de cumplir o abandonar: la obra es y no es lo que parece.
Alix de La Barrière, Fernando Aíta
Marzo 2017