Category Archives: Textos

La lengua popular en Efecto Kuleshov

El idioma de los argenchinos

En mis recorridas por supermercados chinos, noté una serie de mutaciones en el idioma que se desarrolla en este ámbito específico. Cada día, en casi todos los barrios de Capital y el Gran Buenos Aires, entre los chinos, dueños o empleados, los proveedores y los clientes se dan una importante cantidad de intercambios verbales.

La mayoría de los hablantes de origen chino están aprendiendo el castellano en esos intercambios. El otro día un tal Hunag me lo comentaba: La persona viene, dice “hola”, “hola”, y después yo ya sabe “hola”. Lo mismo para “mortadela”, “cigarrillo”, “chocolatada”. También se apoyan en lo que las personas les señalan y lo unen al sonido. Luego derivan. Recuerdo al chino Leo, que arrancó atendiendo la fiambrería, donde los clientes le pedían que les cortara “finito”. Leo extrajo un concepto de las fetas para referirse a ‘poca cantidad’, y cuando quería hacer un pedido chico de yogures me decía “Hoy finito”. 

Sin embargo, estos nuevos hablantes no manejan bien las irregularidades, y les surgen verdaderos hallazgos poéticos. Sobre todo por conjugaciones incorrectas, falta de concordancia o cambios de género. Por ejemplo, entra el proveedor y el chino le dice: Eh, hijo de puto, mucho loco vos, heladera lleno, pusí (o poní) poco… O la china te pide: Quiere-dame dos, frutillo y multifruto, vainilla no se vender bien, no, ése también no quiere. 

En chino los verbos no se conjugan, el sujeto está presente y una partícula indica el tiempo, entonces usan muchos verbos en infinitivo: anotar bien, loco. O conjugados igual para cualquier persona: para mañana (yo) quiere no mucho, (vos) tiene cuidado. Entonces, entre vos y el chino surge un sujeto que no se sabe quién es, y en algunos casos pueden ser cualquiera de los dos. 

Lo curioso es que muchos hablantes nativos que entran en estos intercambios “se ajustan”, e imitan a los chinos simplificando su habla para hacerse entender. Así un camionero le contesta al chino: No, chino, no tener cambio, otra semana. O un repositor señalando una caja pregunta: ¿Llevar depósito? O un cliente demanda: Querer ticket. Llevando al máximo la economía de los significantes.

Una flecha, una vida

Hace unos meses empecé a practicar arquería en El Huayco. Al tiempo me enteré de la existencia de un libro, «One arrow, one life» de Kenneth Kushner, sobre Zen y kyudo, que no está disponible en castellano. Así que lo conseguí y fui traduciendo:

Como la mayoría de los occidentales, todo lo que sabía de kyudo hasta ese día provenía del libro Zen en el arte del tiro con arco de Eugen Herrigel. Herrigel fue un profesor de filosofía alemán que pasó cinco años en Japón durante la década de 1930. Como quería estudiar Zen, sus amigos le aconsejaron comenzar con una de las artes Zen. Por su experiencia previa en tiro con pistola, Herrigel eligió el kyudo. […]

Los japoneses adjuntan el sufijo «do» a los nombres de las artes Zen. «Do» es una palabra importante en el Zen. Es la traducción japonesa de la palabra china «Tao». No tiene un equivalente directo en castellano, tal vez porque no hay un concepto análogo en la cultura occidental. «Do» usualmente se traduce como «Camino» y connota un sendero o ruta al despertar espiritual. Las artes Zen pueden referirse como «Caminos» y no están limitadas a las artes marciales: kyudo es el Camino del arco; kendo es el Camino de la espada; karate-do es el Camino del puño vacío; shodo es el Camino de la escritura (caligrafía «espiritual»); y chado es el Camino del té (la ceremonia del té). Leggett describió los Caminos como:
«expresiones fraccionarias de Zen en campos limitados tales como las artes de combate con espada o lanza, artes literarias como poesía o caligrafía, y tareas domésticas como servir té, lustrar o hacer arreglos florales. Estas acciones se convierten en Caminos cuando la práctica no se hace meramente por el resultado inmediato sino también con vistas a purificar, calmar y enfocar el aparato psicofísico, para alcanzar cierto grado de conciencia Zen y expresarla». […]

A pesar de la inmensa popularidad del Zen en el arte del tiro con arco, uno de los libros más leídos sobre Zen, publicados en occidente, poco se sabe sobre kyudo hoy en el mundo occidental. Mientras que judo y karate son palabras familiares, poca gente reconocería el nombre japonés para el Camino del arco. Sin duda esto se debe al hecho de que Herrigel nunca uso la palabra «kyudo» en su libro. La instrucción de kyudo todavía resulta casi inexistente en los Estados Unidos, en contraste con lo que deben ser miles de escuelas de otras artes marciales. […]

Este libro no tiene por objeto ser un manual de instrucción ni en kyudo ni en zazen. El lector no debería tener la expectativa de aprender cómo practicar kyudo o zazen por leerlo. En cambio, espero explicar por qué alguien querría estudiar kyudo; cómo algo tan «mundano» como el tiro con arco puede ser elevado a una experiencia espiritual seria cuando se lo estudia como un Camino. Para ver al kyudo como un verdadero esfuerzo espiritual, uno debe tratarlo como un microcosmos de vida. En este libro trataré de explicar cómo los principios involucrados en este proceso aparentemente simple de disparar una flecha a un blanco puede tener profundas implicaciones para cómo uno conduce su vida. […]

10 años de «Lengua extranjera»

10 años de ·Lengua extranjera·, el segundo libro que publiqué, con la ayuda invaluable de Lisandro Aldegani (diseño), las ilustraciones de Guillermo Meza (@guillermommeza), y las serigrafías de tapa de Sergio Passerini (@sergiopasseriniimagenes).

De la presentación en La Libre participaron Alejandro Güerri, Daniel Liñares, Patricio Diego Suárez, Carla Sagulo, Mariano Fiszman, Simón Ingouville, Osvaldo Rodríguez, Hilario Gonzalez, «Poroto» Riera, Sol Fantín, Anita Tchikita, Regina Rojo, Federico Merea, Mariana Cecchini, entre otrxs.

De nuevo, infinitas gracias a todxs.

El libro sigue disponible en lenguaextranjera.com.ar

Va uno cortito de ahí:

«Nihilismo mágico»

Nada por aquí…
Nada por allá.

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15 años de «Épica chusma»

Se cumplieron 15 años de la presentación de Épica chusma, mi primer libro, en la Casa de la Cultura de Avellaneda. Lindos recuerdos. Tantas gracias de nuevo a todas las personas que lo hicieron posible. ¡Salud!

Acá se puede leer el libro completo, y ver fotos y videos de aquella presentación: https://www.fernandoaita.com.ar/epica-chusma/

«Río con lluvia» en Ubik Revista

En revista Ubik publicaron un texto que surgió de un viaje a Río de Janeiro a fines de 2012 (parte de la serie «Trabajador turista») y unos años más tarde desarrollamos para el Laboratorio de los Lenguajes de las Visualidades en la Maestría en Estéticas Contemporáneas Latinoamericanas @meclundav

Muchas gracias a Federico Fontana por la invitación.

I.
Había una vez un yo. Y más. De vacaciones por primera vez en Rio de Janeiro. Lluvia los primeros cuatro días. También el quinto rumbo a una muestra de Joseph Beuys, “Res-Pública”, arte y sociedad, en el MAC de Niteroi (una nave que aterrizó en la Bahía de Guanabara). Al regreso, antes de tomar el ferry, un hombre agonizante…

Lo pueden leer completo en https://ubikrevista.com/2022/04/rio-con-lluvia-fernando-aita/

Taller de escritura en Traslasierra

Prácticas de Multiverso

En abril empezamos este taller presencial de escritura poética: la propuesta es experimentar con una variedad de recursos a través de juegos, ejercicios y lecturas.

En cada encuentro pondremos el foco en distintos planos significantes: sonoro, gráfico, semántico. La idea es generar textos poéticos a partir de distintos disparadores, y compartir lo que se produce.

Martes de abril de 18:30 a 20 hs.

En el nodo cultural @poesia_ambiente
Av. Mitre 1204, Mina Clavero, Córdoba.

Facilita: Fernando Aíta

Para más información: mail@fernandoaita.com.ar

Damián Cabeza, reseña y lectura de ·Poemas para no ir a trabajar·

Damián Cabeza reseña y lee varios de los ·Poemas para no ir a trabajar·, y deriva por Orillas en la lengua de Charco de Arena – Territorio posible (Arena Charco) por LA TRIBU 88.7 FMMuchas gracias a todxs ellxs.

Libro electrónico e insectos kafkianos

Se nota que el lector de libros electrónicos es un aparato muy de la ciudad, porque acá en la sierra, en un entorno agreste, presenta dificultades (soy un emigrado reciente –casi pongo exiliado; no me voy a hacer el chuncano). Tengo que terminar Kafka. Por una literatura menor, del famoso dúo Deleuze y Guattari, y pensé que podía hacerlo a la noche en la cama (mi amada dormía al lado de mí), en la oscuridad, salvo por las estrellas que refulgían tras la ventana, pero al minuto de prender el dispositivo antes mencionado, cuando di con el PDF, voluntariosa aunque malamente escaneado (más que un íbuk, parecen apuntes fotocopiados), al minuto de prenderlo se congregó una tribu de bichitos, un grupete de minúsculos gregorios samsas que descomponían y recomponían el texto; una banda de caracteres movedizos que se confundían con las letras ya confusas; una tipografía de antenas y alas diminutas, que revoloteaba en la página luminosa y alteraba cualquier intento de lectura lineal. Quién sabe… Habrá que averiguar cómo leer estas escrituras, coreografías.

Actas del 1er Simposio Internacional Literaturas y Conurbanos

En junio de 2019 participé en el I Simposio Internacional Literaturas y Conurbanos en la Universidad Nacional Arturo Jauretche de Florencio Varela.

Estvuve en la mesa de «Poesía y territorio: poéticas de lo actual», coordinada por Carlos Battilana, y mi exposición fue sobre «Épica chusma y Furgón flashero: dos experiencias conurbanas desde y para micro-comunidades ampliadas».


A fines del 2020 se publicaron las actas, compiladas por Carolina Bartalini y Martín Biaggini, donde se pueden leer todas las presentaciones (la mía empieza en la página 111) .

Acá pueden descargar el archivo PDF:
ACTAS_PRIMER_SIMPOSIO_INTERNACIONAL_LITE

O verlo en Academia.edu.

Si están aprovechando el calorazo de este enero para investigar sobre relaciones entre conu y escritura, ahí tienen propuestas diversas para consultar.
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Entrenar en cuarentena

Ayer volvimos a las prácticas antifascistas de boxeo, en un contexto distinto: al aire libre, cerca del cementerio (en el paredón a nuestras espaldas, un grafiti decía «Dios, Patria, Familia», y en otro color alguien le había agregado a cada palabra un signo de interrogación y había contestado: «Puro cuento»).

En un grupo de seis, sin barbijo, pero manteniendo las distancias. Todos compartíamos el hecho de estar expuestos al virus por nuestros trabajos. Boxeo sin contacto: entrenamiento físico, técnica, juego de sombras.

Salvo un compa de veinte años y el profe que venían haciendo ejercicio, acaso como estrategia de supervivencia en el aislamiento, a los otros en mayor o menor medida (volumen de panza, agitación) se nos notaban los rastros de la indulgencia (habernos refugiado en los placeres del chupi y el morfi). Igual, todos le metimos con intensidad y sin bajar los brazos a esa hora y pico de sol entre los árboles, transpiración, risas y comentarios entrecortados.

Extrañamos el bidón hediondo de agua clorada que compartíamos en el gimnasio (que nos habrá inmunizado a tantas pequeñas pestes), y hay que rescatarse de no tocarnos la cara y pasarnos alcohol después de hacer flexiones en el pasto o la calle. Pero si el clima acompaña un poco, seguiremos buscando formas de encuentro y de mantenernos fuertes y solidarios.

El chino Oscar

El chino se estaba fumando un pucho en la puerta de su local; llevaba el barbijo en el cuello.

–Todavía no llega pedido.

Tuvo que ir a cobrarle a un cliente.

Apoyó el pucho en el suelo, contra el marco de la puerta, se puso bien el barbijo y entró.

Realizado el cobro, volvió, agarró el pucho, se bajó el barbijo y siguió fumando.

–Más tarde mando mensaje, si falta.

Tengo el teléfono con un montón de audios, comprensibles en diferentes grados, a traducir en código y cantidad.

Queda claro que una parte de este trabajo se puede hacer por teléfono (o whatsapp), lo que comporta que en un futuro nada lejano podemos volvernos reemplazables por aplicaciones. Entonces salimos a la calle para demostrar nuestro «valor» (agregado). Los riesgos de salir por el riesgo de no salir más.

#LasLibreríasImportan

#LasLibreriasImportan
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La Libre
El gato escaldado Libros
Otras Orillas
La Coop Librería
Badaraco Libros
Librería El Extranjero
Libros REF

Nada que ver en Radio CASo

Miércoles 17 de junio a las 21 hs.: NADA QUE VER / Lecturas para radio de poemas visuales, de las que tuve la suerte de participar, se escuchan de nuevo en Radio CASo. 
https://centrodeartesonoro.cultura.gob.ar/info/radio-caso/

NADA QUE VER / Lecturas para radio de poemas visuales
En el ciclo de artes visuales de 2012 en la radio LA TRIBU 88.7 FMhttp://curadosdespanto.com/

Piezas sonoras a partir de 5 poemas visuales clásicos: «Tudo está dito» (1974) de Augusto de Campos, «Kembo» (1988) de Joan Brossa, «Helicóptero» (1978) de Edgardo Llanos, «Para ser leído con lupa» (1964) de Yoko Ono y «Poema matemático censurado» (1974) de Edgardo Vigo.

Repite miércoles 24 de junio, 21 hs.

Volver a las calles del covid-19

Hoy, después de veinticinco días de luna de miel, y poco más de veinte de realizar satisfactoriamente las tareas desde casa, este humilde trabajador lácteo volvió a la calle, a la primera línea de fuego del mercado, a visitar súpers chinos de la cuarta zona más contagiada/osa de capital, (1º Balvanera, 2º Palermo, 3º Recoleta) a Núñez y Belgrano para que nadie se quede sin su yogur.

Mientras iba visitando los locales semivacíos, tuve que familiarizarme con el kit preventivo que me dio la empresa: con el barbijo (más los lentes de seguridad que encontré en casa), con los guantes de látex, y en qué momentos después de ciertas acciones debía usar el alcohol en gel (por ejemplo, antes de subir de nuevo al auto).

Una clienta me lo dijo muy claro: «¿Para qué venir? Tu empresa cabeza anda mal. Mejor llamar por teléfono en tu casa. Acá todo virus muy feo».

Guelson, el repositor haitiano, no llevaba el barbijo que habría, ni guantes, pero tuvo la prudencia de rascarse un ojo con el lado de adentro del buzo. Estaba preocupado porque la cuarentena no le impedía ir a trabajar, pero sí recibir una visita amorosa en el lugar que alquila. Merde, mon ami.

Toda la mañana vi un surtido desfile de máscaras, por no decir caretas, que me hizo acordar a la cantina de Star Wars, sobre todo en filas de paguefácil y rapigarpe (pagan lo que sea por salir). Y a la canción «Ojos sin rostro» de Billy Idol (no recuerdo que dirá la letra).

Volver a casa y todo el proceso de desinfectarme me resultó agotador: me gané una siesta.

Romper el aislamiento

Ayer por primera vez rompimos el aislamiento preventivo obligatorio. Bueno, apenas: vino Pablo, que vive a ocho cuadras, a comer un asado en la terraza.

Leni no llegó. Se topó con policías de civil a dos cuadras de su puerta. Le pidieron documentos, el permiso que no tenía. Chamuyó que iba a la farmacia a veinte metros y zafó, pero no le dio para probar por otra calle, y se volvió a su casa.

Con Pablo lo teníamos pendiente desde que volvimos hace quince días. Nos había cuidado la casa tres semanas, pero cuando llegamos de regreso ya estaba decretado el aislamiento y no pudimos vernos. Todavía teníamos sus regalos. Quedamos la noche anterior por whatsapp: Yo no tengo síntomas ni miedo, le dijo Alix; Fer, tampoco. Y sí ganas de vernos. Pablo estaba en la misma.

Llegó nueve y cuarto. Yo había prendido el fuego recién. Alix le abrió la puerta de calle y le avisó del procedimiento en nuestra entrada, como si el palier de nuestro piso fuera la recámara de una nave: Lo desinfectamos de arriba abajo con el vaporizador (y al vino), le dimos una percha para que cuelgue la ropa, y la bolsa para el calzado. Pasó directo a la ducha. Salió en cinco minutos con los rulos mojados, goteando sobre los hombros del ambo. Las pantuflas le quedaban medio chicas.

Fue muy extraña la tensión entre la alegría de vernos –de ver a otros por primera vez desde el inicio del confinamiento (exceptuando a comerciantes y vecinos con barbijos), y de vernos entre nosotros en particular, que habíamos cambiado mensajes durante todo nuestro viaje, de por dónde andábamos, cómo estaban las cosas por casa, de tal libro que encontró en la biblioteca– y mantener todo el tiempo la distancia preventiva.

Charlamos de todo, nos matamos de risa, estábamos felices, y a la vez torpes con todo el protocolo para aseptizar los cubiertos, las precauciones al servir el vino, los recaudos para que nadie confunda las copas, los brindis sin chinchín, armarse dos porros, y sentarse en cabeceras opuestas de la mesa.

Nos acostamos a las mil y quinientas. Pablo se quedó a dormir: era más seguro que se vaya de mañana, con los negocios del barrio abiertos.

Yo me levanté a las ocho para responder al whatsapp del trabajo. Pablo se despertó enseguida. Tomamos un par de mates –cada uno el suyo– y tipo nueve lo acompañé a la puerta de calle. También fue raro despedirse: Avisá que llegaste bien.

Cuando subí, Alix se había levantado. Le dije que, para mí, el espacio daba para juntarnos de a cinco o seis, tranquilamente. Que cada cual traiga vaso, plato y cubiertos, y que en la cuenta, con la comida y el chupi, habría que incluir los desinfectantes.
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(Basado en hechos irreales. Asado, sí; ortibismo buena onda, no)